Los corrales de pesca
Los corrales de pesca de Chipiona forman un original conjunto histórico, cultural y paisajístico que es herencia de una cultura pescadora rural antigua, presumiblemente romana o árabe.
Son recintos cercados por un muro de contorno redondeado, de piedras porosas de construcción artesanal, distribuidos a lo largo de nuestro litoral. Las piedras están unidas por una conglomeración marina, ostiones (tipo de ostra), algas, escaramujos (bellota de mar) que actúan como cemento natural.
Un corral se compone de una pared, levantada con grandes piedras de la mar en la base y a los lados y rellena de cascotes y grava. La gran proliferación de ostiones, lapas y escaramujos que crecen sobre las piedras actúan a modo de «cemento natural» que compacta y da solidez al conjunto. El corral comunica con el mar a través de los caños, pasadizos de unos 50 cm de diámetro situados en la base de la pared. El número de caños es variable, pero suele ser elevado (unos 30 o 40 por corral) con el fin de que el agua escurra rápidamente en la marea vaciante.
Al bajar la marea, el agua forma lagunas entre las rocas y escolleras. Cada laguna es conocida por los pescadores con un nombre alusivo a su situación o características peculiares (La Barreta, Los Hoyos, El Rincón, del Centro…). Las lagunas que se forman en las zonas altas, próximas a la playa se denominan lagunas de tierra. Estas lagunas, que en bajamar quedan completamente barridas o vacías, formando sequeros, desaguan por estrechos canalillos naturales denominados chorreras o correntines. Las lagunas con fondo de arena, o de arena y piedras se llaman arenazos. En la parte honda del corral, las lagunas están subdivididas en piélagos, por medio de estrechos muros denominados atajos que cortan el paso a los peces. En los piélagos se colocan jarifes, grandes piedras planas sujetas por tres o cuatro piedras pequeñas, dejando un espacio vacío que sirve de cobijo a los peces. Muchas rocas forman solapas, amplios salientes naturales paralelos al suelo que dejan una profunda y estrecha hendidura, utilizada como refugio por las especies que quedan atrapadas en la bajamar. Las rocas más altas, más salientes, del corral se denominan alturas.
Funcionamiento
Los corrales de pesca son trampas gigantes que funcionan con la marea. Su eficacia es considerablemente mayor durante las mareas vivas, porque es cuando entra más pescado y cuando se vacían (escurren) casi totalmente en la bajamar, es más fácil recoger la pesca.
Para que el corral pesque, antes de que se llene de agua, los caños deben estar tapados con las rejillas. Los peces entran en el corral pasando por encima de la pared, cuando el agua la va cubriendo con la marea creciente. Algunos peces de cuerpo alto, como los sargos, entran en el corral apenas el agua empieza a cubrir la pared, tumbándose de lado sobre las piedras. En la pleamar de las grandes mareas, la cima de la pared puede quedar a casi dos metros por debajo del agua. En la vaciante, muchos peces se salen de nuevo al mar por encima de la pared, quedando atrapados en el corral los que no aprovechen este momento.
La mejor época de pesca en los corrales es de enero a mayo para el choco y de mayo a octubre para el pescado. También a la caída de un vendaval, es decir después de los temporales, suele haber buenas capturas. Cada corral está a cargo de un catador, responsable de su mantenimiento y primera persona autorizada para entrar en él a pescar. Cuando el corral empieza a descoronillar (o escoronillar), es decir, cuando empieza a asomar las puntas de las piedras más altas de la pared, el catador llega al corral para disuadir con su presencia a otros mariscadores.
Cercano al momento de la bajamar, el catador entra a pescar. Suele llevar para la pesca un cuchillo de marea, con el que da un golpe atonta a los peces. Una vez que recoge, o marca con la tarraya las piezas que le interesan, entran los demás mariscadores, que capturan lo que le catador deja por detrás. El mejor momento para mariscar comprende desde la última parte de la vaciante, el reparo de la marea (lapso de tiempo en el que el agua está quieta, ni sube ni baja), el reviro (comienzo de la creciente) y la primera parte de la creciente. Unas tres o cuatro horas en total.
Cuando los mariscadores salen a pescar en el corral, dicen que van a la marea, o a echar la marea. Provistos de botas de vadear, la fija o el francajo, un bote de aceite de oliva para aclarar el agua durante el cabrilleo que provoca la brisa marina, y un bidón o un seroncillo (los pescadores antiguos) para llevar las capturas, se introducen en el corral. Andando despacio, van hurgando debajo de las solapas y jarifes, echando un poco de aceite de oliva al agua de vez en cuando para aclararla y tener mejor visibilidad del fondo.